Al tiempo que unos nacen, otros mueren, ambas cosas son sucesos que inevitablemente van a ocurrir, el nacimiento lleva aparejada la muerte y la vida es aquello que, efímera o duradera, liviana o insoportablemente pesada, transcurre entre un acontecimiento y el otro. Cada cual elige como vivirla y sólo nosotros somos dueños de ella, de lo otro, de cómo y cuando comienza y termina, no somos amos, sino meros inquilinos, uno y otro suceso tienen lugar sin que nada tengamos que objetar, decidir ni planificar.
Para morir, primero hay que nacer y debe ser que también para que unos puedan nacer, otros han de morir, tal vez porque así es como la balanza de la vida se equilibra.
En cualquier caso, no deja de sorprenderme lo
aparejadas que van a veces las tristezas y alegrías y lo certero que resulta
que no hay final sin comienzo ni llegada sin partida.
Si hace unos días un nacimiento me llenaba de
alegría, hoy toca mi corazón el dolor por una muerte, la tristeza por una vida
que termina.
Tal vez era inevitable que así tuviera que ser, se
ha empañado la alegría, se ha hecho un hueco la tristeza, ambas conviven ahora
dentro de mi corazón junto al resto de emociones, desbordándome las dos.
Adiós para el que se fue, bienvenido sea el que
llegó, frutos de un mismo árbol son los dos.
Carmen Rocamora
(contadora de historias)
23 de abril de 2014
Así es la vida, y mientras el que se vaya haya vivido y las edades no se tornen el curso sigue. Un abrazo mi cariño
ResponderEliminarGracias Ester, un fuerte abrazo para tí lleno de cariño ;)
EliminarEs como es,tenos que mirar para adelante por duro que sea gracias
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