Bonita palabra que define un estado que todo ser
humano debería experimentar todo el rato, no importa cómo ni de qué manera, el
bienestar es en realidad una sensación, significa sentirse bien, yo lo
experimento cada noche cuando me acuesto y mis pies desnudos rozan la sábana,
lisa sin arrugas, porque si hay arrugas, ya no estoy a gusto y si no estoy a
gusto, ya no hay bienestar, así de fácil y así de complicado es esto....
Para mí el bienestar es genuino, íntimo y personal,
tienes que sentirlo y experimentarlo en tus carnes, si no es así, no es real….
Por eso cuando se habla de manera genérica de “estado
del bienestar” el término no responde a una situación real, sino más bien
ideal, es la pretensión de que todo el mundo experimente algo único a partir de
unos elementos externos que se supone nos van a proporcionar a todos esa
sensación, la de bienestar….
Y como eso, a mi entender es imposible, el famoso “estado
del bienestar” del que supuestamente hemos estado gozando, no existe, ha sido
una ilusión, algo idealizado que nos hemos creído, incluso nos ha parecido que
lo hemos sentido, pero no era verdad...
Otra cosa es que socialmente hablando, dispongamos
de unos servicios que nos proporcionan una serie de atenciones que nos resultan
necesarias e incluso beneficiosas y sirven para que cada uno de nosotros, junto
con otros elementos naturales y personales, alcance el bienestar y lo experimente
y lo sienta…
Llegados a este punto, en esta especie de reflexión
espontánea, se me ocurre que no es bueno lamentarse pensando que estamos
asistiendo al desmantelamiento del “Estado del Bienestar”, así con mayúsculas,
ese que nos han creado y nos han vendido a la medida… de todos…
Ese falso y embustero estado del bienestar, por mí,
puede irse a hacer muchas puñetas….
Lo que sí me importa y estoy dispuesta a defender,
son los servicios asistenciales de todo orden que todos tenemos derecho a
recibir...
Pero el bienestar, ese es mío y sólo mío y como
cosa mía, sólo yo he de ocuparme de proporcionármelo, valorarlo, sentirlo y
disfrutarlo.
Carmen Rocamora
(contadora de historias)
30 de abril de 2013